Transcurre con normalidad el proceso de relevo del equipo gobernante tras la
victoria del P.P. en las últimas elecciones. Cuando se escriben estas líneas todo
parece indicar que la investidura del nuevo Presidente, Jose M. Aznar, tendrá lugar
dentro de pocas semanas con apoyo de C.I.U. y otras fuerzas nacionalistas del
Estado español, las mismas que hasta ahora apoyaron a Felipe González. En todo
caso, tanto si se concreta ese apoyo como si no, el proceso político de formación
del próximo Gobierno discurri normalmente por los cauces previstos en el orde-
namiento constitucional vigente.
En principio, nada hay que objetar a la aplicación del citado ordenamiento legal y
el normal funcionamiento del sistema político. Nuestro Partido contribuyó decidi-
damente al establecimiento de esa legalidad y normalidad política primero com-
batiendo a la dictadura franquista y después apoyando decididamente el proceso de
transición a la democracia, y en la actualidad nos atenemos al marco político-legal
existente para intentar un perfeccionamiento del sistema político y una transfor-
mación socioeconómica en sentido progresista.
Dejando claro que aprobamos la legalidad constitucional de nuestro país y aposta-
mos por su normal desarrollo, manifestamos que nos satisface menos el contenido
político concreto del período de tiempo transcurrido desde la implantación del sis-
tema democrático hasta la actualidad. Se perpetúa el dominio político y social de la
derecha, y lo peor del caso es que las cosas están montadas de manera que esta
situación persista indefinidamente. Sí, hubo cambio de partido gobernante en 1982
y según parece va a haberlo ahora también. Pero hay que destacar que los cambios
de ese tipo no afectan a la realidad del dominio político-social de la derecha.
D
a
m
os el no
m
bre de
«
sistemas bipartidistas
»
o
«
bipartidismo
»
a aquellos en los que los
cambios de partido gobernante no influyen sobre la hegemonía político-social de la
clase dirigente, y donde todos los cambios políticos que se operan no tienen más
objetivo que garantizar que todo siga igual en lo que se refiere a la relación de
fuerzas y al sistema económico. Tal bipartidismo, con una u otra variante según los
pases, es el sistema que define la realidad política de nuestro entorno geográfico
dese hace medio siglo. España se incorporó en 1977 a esta modalidad política en la
que, bajo la forma de democracia parlamentaria, se perpetúa el dominio económico
de una clase burguesa -cada vez más transnacional- que controla el siste
m
a
productivo y que es invariable
m
ente servida por el partido gobernante de turno.
Para que tal sistema tenga visos de credibilidad democrática y el pueblo crea en su
soberanía, los partidos que se turnan en el poder político presentan algunas dife-
rencias formales, es decir diferencias en la forma aunque no en el fondo. Uno es de
derecha, o centroderecha, y el otro se define de izquierdas para captar el voto de
los sectores oprimidos y desheredados de la sociedad. Pero se trata de una izquier-
da sólo en apariencia, y a veces ni eso. La cuestión primordial, para la clase diri-
gente, es que el gobierno efectivo de tal partido de izquierda no se diferencie, en lo
esencial, del que realizaría el partido de derecha o centroderecha.
En España tuvimos ocasión de palpar la realidad del funcionamiento de este esque-
ma. El Partido Socialista Obrero Español que reemplazó en 1982 al partido cen-
trista que había gobernado hasta entonces, realizó durante casi catorce años un tipo
de política económica que persigue beneficiar al capital nacional y transnacional, y
que no se diferenció -en lo esencial- de la que inspiró a los Gobiernos de la UCD y
de la que va a realizar desde ahora el P.P.
Puede parecer que el sistema bipartidista español es algo «sui generis» pues dentro
de él, aparte de los dos principales partidos, pueden jugar un importante papel
otras fuerzas políticas, como estamos viendo actualmente con la coalición que
preside Jordi Pujol. Pero esto no cambia la sustancia del bipartidismo ya que se
trata de partidos nacionalistas sin vocación ni posibilidades de actuación a nivel de
todo el Estado, y en todo caso se trata de fuerzas políticas de la misma derecha a la
que sirven con abnegación el
P.P.
y el
P.S.O.E.
J
ordi
P
ujol puede tener grandes dife
-
rencias con estos partidos en lo que concierne a la concepción sobre el
E
stado, pero
coincide plenamente con ellos en el terreno económico-social. Hasta ahora apoyó a
Felipe González y desde ahora puede apoyar a Jose Aznar, y esto es así porque
ambos líderes son perfectamente intercambiables y se pueden cambiar uno por otro
para que todo siga igual en lo que verdaderamente interesa a la clase dominante.
Pero además de esta realidad, en este sistema cuentan mucho también las
apariencias. Hay que echarle mucho teatro al asunto, y los protagonistas de la
escena política están bien dispuestos a actuar. Ya vimos cuánto tienen de espec-
táculo las campañas electorales. Mas la comedia continúa aún después de las elec-
ciones. El partido que perdió el 3 de marzo tiene que sentar plaza de izquierdista, y
ahora debe hacernos olvidar su actuación de los catorce últimos años. Ya han
empezado a comportarse como oposición y a presentarse como los defensores de
las víctimas de un P.P. que aún no ha empezado a gobernar. Algunas voces dentro
del P.S.O.E. se pronuncian sobre una reformulación del mensaje del partido, con
la esperanza de que esto propicie un acercamiento a I.U.. El caso es que, desde la
oposición, la actuación del Partido Socialista puede en verdad tener un carácter
izquierdista del que careció cuando gobernaba. Las cosas del bipartidismo son así,
el mensaje que se da desde la oposición no tiene por qué coincidir con la política
que se realizaría desde el Gobierno.
Así pues, será interesante -y muy extraño- ver a los socialistas regresar a una lucha
de la que estuvieron ausentes durante catorce años, y defender lo que despreciaron
en ese tiempo, y atacar al P.P. cuando este realice la política que hasta ahora
realizaron ellos, y, por ejemplo, reclamar la variante de Pajares que ellos tenaz-
mente rehusaron conceder cuando gobernaban.
Todo sea por rehacer un maltrecho prestigio izquierdista y poder volver a gober-
nar, lo que puede perfectamente ocurrir tras las próximas elecciones o las siguien-
tes. Luego, cuando se recupere el poder, Felipe González, o quien dirija entonces
el Partido Socialista, volverá a trivializar el concepto de «izquierda» con argu-
mentos como el de que no importa que gato sea blanco o negro. Y para no cumplir
el programa izquierdista que formularon desde la oposición recurrirán a pretextos
como el de “la dura herencia recibida del Gobierno anterior”. Por cierto, pronto
nos informará Jose Mari Aznar sobre el pufo que hereda ahora.
Tal es el sistema bipartidista en el que nos toca vivir y luchar, y es necesario que lo
conozcamos bien si queremos desarrollar en él un trabajo útil para la transforma-
ción social que pretendemos.
La pregunta que surge en este punto es: ¿Qué hace un partido revolucionario como
el nuestro en un sistema tan deficientemente democrático como este? Ya aclara-
mos que aceptábamos este marco político como punto de partida para trabajar por
la transformación social que perseguimos. Este sistema, con todos los fallos que
describimos, goza de suficiente aceptación social. Sólo en casos excepcionales
podría entrar en crisis. Recordemos que las revoluciones que tuvieron lugar en la
historia acontecieron cuando entró en crisis el sistema social existente por causas
extraordinarias como guerras y derrotas. Sería propio de locos desear para nuestra
sociedad un cataclismo de tal naturaleza. La revolución que pretendemos no pasa
por una crisis así sino por una progresiva evolución de la sociedad en dirección a
las más altas metas posibles de justicia y progreso.
N
uestra tarea de co
m
unistas es contribuir a esa solución. Lo que justifica la exis-
tencia de un partido co
m
o el nuestro es que participe con todas sus posibilidades
para i
m
pulsar ese tipo de progreso
. D
e tal proceso evolutivo puede salir un colectivo
social
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ás sabio que no se deje i
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presionar por la co
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edia de la actual
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anera de
hacer política y que sepa e
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anciparse de la alienación capitalista
. E
ntonces nuestro
siste
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a habrá superado el in
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ovilis
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o socioeco
m
ico del actual bipartidis
m
o para
convertirse en verdadera soberanía popular.
Abril de 1996